sábado, 8 de agosto de 2009

EL MALTRATO CONTRA EL MUNDO

EL MALTRATO A MENORES



Las estadísticas acerca del maltrato físico de los niños son alarmantes. Se estima que cientos de miles de niños han recibido abuso y maltrato a manos de sus padres o parientes. Miles mueren. Los que sobreviven el abuso, viven marcados por el trauma emocional, que perdura mucho después de que los moretones físicos hayan desaparecido. Las comunidades y las cortes de justicia reconocen que estas Aheridas emocionales ocultas@ pueden ser tratadas. El reconocer y dar tratamiento inmediato es importante para minimizar los efectos a largo plazo causados por el abuso o maltrato físico.


Los niños que han sido abusados pueden exhibir:

Una pobre auto-imagen
Reactuación del acto sexual
Incapacidad para depender de, confiar en, o amar a otros
Conducta agresiva, problemas de disciplina y, a veces, comportamiento ilegal
Coraje y rabia
Comportamiento auto-destructivo o auto-abusivo, pensamientos suicidas
Pasividad y comportamiento retraído
Miedo de establecer relaciones nuevas o de comenzar actividades nuevas
Ansiedad y miedos
Problemas en la escuela o fracaso escolar
Sentimientos de tristeza u otros síntomas de depresión
Visiones de experiencias ya vividas y pesadillas
Abuso de drogas o de alcohol.




Malnutrición materno-infantil, una lacra social y económica


Una alimentación pobre durante el embarazo y la infancia tiene consecuencias a largo plazo que muchas veces son irreversibles. Un tercio de las muertes de niños menores de cinco años de debe a la malnutrición que sufren ellos mismos y sus madres. Pero hay más, los que sobreviven a esta situación, se convierten en adultos peor educados, con menos ingresos, menos capacidad de trabajo y más propensos a padecer enfermedades.





Tres millones y medio de niños menores de cinco años fallecen cada año por causas relacionadas con la desnutrición así como el 11% de las enfermedades infantiles, según explica una serie de artículos en la revista "The Lancet". Tener un bajo peso para una altura determinada o una talla pequeña para la edad son dos indicadores de que la alimentación es muy deficiente. Ambos, junto a nacer con poco peso, son los factores de riesgo que más mortalidad provocan en este colectivo, 2,1 millones anuales.


Los bebés nacidos a término (más allá de la semana 37 de gestación) con un peso inferior a dos kilos tienen un riesgo de mortalidad ocho veces mayor que los que superan los 2.500 gramos. Esta restricción del desarrollo fetal se da cuando la situación nutricional de la madre es mala.
Si una mujer tiene un índice de masa corporal (IMC) bajo (menos de 18,5), las posibilidades de que el bebé tenga problemas para crecer con normalidad en el interior del útero aumentan. Además, la baja estatura materna, señal de una mala alimentación, incrementa en un 60% los partos por cesárea con el riesgo que conlleva, más aún en países en los que la asistencia obstétrica es precaria o inexistente.


Otro factor materno que influye en la nutrición del niño está relacionado con el periodo de lactancia. Las autoridades sanitarias internacionales recomiendan amamantar de forma exclusiva a los hijos durante los seis primeros meses de vida y en combinación con otros alimentos hasta los dos para aumentar la supervivencia de los pequeños. De cumplirse el primer requisito, el millón y medio de muertes que se le atribuyen (12% del total) se reduciría.Consecuencias en la edad adulta La hambruna durante la infancia altera la fisiología y el desarrollo cognitivo y físico de forma irreversible. Hasta tal punto, que los que la han sufrido alcanzan una altura menor, un nivel educativo más bajo, tienen menos poder adquisitivo y una descendencia de bajo peso.


Estos riesgos aumentan cuando los niños malnutridos hasta los 24 meses empiezan a ganar peso rápidamente en años posteriores.

En estos casos, se producen cambios en el metabolismo lipídico y de la glucosa y en la tensión arterial, que suponen un incremento del riesgo cardiovascular y de patologías crónicas.
"Concluimos que el daño sufrido a una edad temprana provoca una incapacidad permanente que puede afectar a generaciones futuras –señalan los autores de uno de los estudios-. Es probable que su prevención conlleve importantes beneficios en la salud, la educación y la economía".




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